miércoles, 21 de septiembre de 2016

Fallecimiento de mi padre

Con esta entrada, estoy informando de un hecho luctuoso. No estoy obligando a nadie a acudir a ningún lugar.

Este es el medio más práctico que he utilizado hasta la semana pasada para comentar el estado de salud de Ana Isabel Cano Fernández. A la vez que mi mujer luchaba contra la "plaga del siglo XXI", mi padre hacía lo propio, con respecto a su pulmón. Ambos procesos han sido paralelos con idéntico desenlace. De hecho, este período ha sido particularmente agotador, tanto física como mentalmente.

Por lo tanto, siento informaros que mi padre Federico Gallardo Lopez de la Torre ha fallecido a la doce y cuarto de la madrugada de este miércoles 21 de septiembre de 2016.

A partir de la diez de la mañana, estará en la sala 9 del tanatorio de La Paz, en la Carretera de Colmenar Viejo, Km 20.


Mañana, jueves 22, tendrá lugar la incineración a las 9 horas 45 minutos, en el mismo tanatorio

sábado, 17 de septiembre de 2016

Inhumación de Ana el sábado 17 de septiembre de 2016


Con esta última entrada, cierro las notas diarias sobre Ana,, mi mujer. . Reconozco que, escribiros en Facebook, me ha ayudado muchísimo. He podido compartir mi dolor sin invadir vuestra intimidad. Por el contrario, vuestros mensajes de aliento me han servido para alimentar mi fuerza e intentar ayudar a quien más quería. Os lo agradezco expresamente.

Sin embargo, mis hijos y yo estamos muy afectados. El sábado, día de inhumación de las cenizas, mis hijos me dijeron claramente que querían disfrutar de su madre, por última vez. Lamento si alguien se puede haber molestado porque no hayamos seguido la tradición pero estaban cansados. Tampoco, los cuatro formábamos una familia clásica. Ellos querían soledad y recogimiento. No puedo negar la evidencia. Ellos han perdido a su madre.

Ahora, se inicia un nuevo período. Espero estar a la altura de esta nueva tarea.

Gracias de todo corazón.


viernes, 16 de septiembre de 2016

Incineración de Ana el viernes 16 de septiembre de 2016

El día empezó pronto para mí. A las siete y media de la mañana, estaba en la sala 2 del tanatorio para despedirme de Ana. A solas, pude contarle todo lo que había vivido con ella, nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros logros, nuestros grandes momentos,…

Sobre las nueve, llegó mi hijo Boris. También sentía la necesidad de estar con ella. Le dejé cuanto quiso estar a solas con ella. Cada cual siente la pérdida de un ser querido. Cada cual la expresa a su manera. Mis hijos no podían ser menos.

Luego, nos fuimos a comprar un centro de flores. Por las prisas, no le habíamos comprado ninguno. Algo nuestro, de nosotros tres.

Cuando volvimos, ya habían empezado a llegar familiares, amigos, compañeros de trabajo. Así fue hasta las cuatro y media de la tarde.

A esa hora, nos dirigimos a despedir públicamente a Ana. En el tanatorio de Colmenar, sigue siendo una capilla presidida por una imagen de Cristo crucificado. La sala se recolocó como entendíamos que debía estar: con el féretro de Ana, rodeado de todas las personas que la querían.

En el aspecto religioso, quiero ser extremadamente respetuoso. En este proceso, hemos recibido muestras de cariño de multitud de personas. Unas ateas y otras religiosas. En mi familia, tenemos católicos y judíos practicantes. Además, nos han ayudado directamente católicos practicantes. Han rezado por la recuperación de Ana, cristianos ortodoxos, protestantes,  musulmanes, seguidores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Que me perdone quien yo no nombre porque no está en mi ánimo ignorar a nadie. Ya iré acudiendo a un evento con cada religión.

Ya está en marcha una misa católica en la Basílica de la Asunción de Nuestra Señora, en Colmenar Viejo. Por este medio y otros más clásicos, igual de efectivo, anunciaré el día y la hora.

Tanto aquel día como hoy, quiero expresar mi homenaje a Ana. Ha sido una gran mujer a la que he querido enormemente. Por privacidad, no voy a repetir lo que le dije, a solas,  esta misma mañana.
Además, quiero expresar públicamente que estoy orgulloso de mis hijos, Boris y Dmitri o Dmitri y Boris. Se han comportado como dos adultos, serios, responsables, atentos con su madre, cariñosos con ella. No hay que olvidar que el 20 de este mes, Dmitri cumple sólo 17 años. Boris, el 24 de este mismo mes, cumple 16 años. Esta es una experiencia que pocos niños han vivido y que ninguno quiere pasar. Es el mayor regalo que Ana me haya dejado. En ellos, vive su recuerdo. Tienen muchos gestos, muchas expresiones de ella. Su carácter y sus valores perviven con ellos.

A continuación, quiero expresar mi agradecimiento con Esteban, el hermano de Ana. Le estoy enormemente agradecido. Hace más de treinta años, cuando estudiábamos juntos, me presentó a su hermana. Este hecho ha permitido que Ana y yo estuviéramos casados 28 años. Además, a pesar de unas condiciones laborales difíciles, ha estado acompañando a su hermana cuanto ha podido. Ha estado ahí cuando era necesario. Ha cogido vacaciones para permitir mi regreso a la actividad laboral. Una sola palabra: Gracias.

Para la familia, no sé por dónde empezar. Con los años, aprendes que no estás solo en la vida. La familia de tu pareja te llega al elegirla. Tu familia viene contigo. En mi caso, me siento apenado porque no pude disfrutar mucho de mi suegro Agustín. Disfrutaba con su conversación. De mi suegra, Angelita, no tengo palabras de reproche. No sé porque la palabra suegra tiene tan mala connotación. A mí, me trataba mejor que a su hija. Como gran cocinera que era, me hacía comidas que no gustaban a su propia hija.

En cuanto a mi padrino de boda, Faustino Cano, fue una persona culta e ilustrada cuya experiencia en Comisiones Obreras me ha aportado muchísimo. Su tolerancia era tan destacable como fuertes eran sus convicciones.

En el capítulo de las amistades, mucho se puede decir para glosarlas. Yo solo lo puedo resumirlo desde la libertad. Son amistades porque así han sido elegidas. Se han mantenido porque ha habido voluntad de perdurar.

A continuación, debo expresar mi agradecimiento a Colmenar Viejo, a su gente y su Ayuntamiento. Aquí vinimos empujando por la carestía de la vivienda en Alcobendas y San Sebastián de los Reyes. Nos propuso nuestra amiga Margarita ver su “pueblo”. Quedamos encantados con la zona, la calidad de la construcción y la relación calidad/precio de la vivienda. Después, descubrimos a su gente. Llamabas al butano. Dejabas la bombona de butano a la puerta del piso con dinero debajo. Volvías de trabajar y te encontrabas la bombona llena y las vueltas debajo. En una ocasión, dejé hasta 1.000 pesetas!!!

Su Ayuntamiento ha sabido evolucionar. De vetusta institución, se ha convertido en una maquinaria solvente. En los tiempos actuales, es más que un halago. Ingresar en la función pública local fue toda una carrera de obstáculo. Las fechas de exámenes se publicaban en el tablón de anuncios por la tarde, convocando a examen para el día siguiente por la mañana. ¡Todo legal y “transparente”!
Al empezar, había hasta diferencias salariales entre mujeres y hombres. Estaban disfrazadas pero existían. Ellas ganaban menos porque ellos venían de la “brigada”. De hecho, un conserje hombre tenía derecho a un aspirador de hojas porque no podía estar barriendo como lo hacía una mujer. Cuando la segregación de Tres Cantos, Ana se quedó como Ana la forastera. A pesar de eso, Ana ha sido muy feliz. Ha hecho verdaderas amigas.

En el capítulo de salud, reconozco que ha sido una dura lucha. En todo momento, he pretendido que Ana estuviera acompañada. Entre todos, hemos montado un servicio de cuadrante de visita para que Ana estuviera acompañada. Es vital que sintiera cariño en todo momento. Creo que lo hemos logrado. Se sabía querida. En cuanto a la atención sanitaria, he tenido que negarme a la sedación por cuatro veces. Ha sido demoledor ver cómo se propone el fin de una persona sobre la base de estadísticas. Basándose en un cáncer “casi” incurable o unos altos costes, he negado constantemente esa posibilidad. No creo en la pena de muerte. Eso no es justicia. Es venganza. 

En el caso de Ana, no veía dónde estaba la bondad en decidir poner fin a su vida, basándome en la opinión verbal de un profesional. En una ocasión, le dije al médico para condenar a una persona a la cárcel por más de nueve años, se reúne un tribunal por de tres magistrados, con un proceso completo. En otra, pregunté por el tipo de costes del que me hablaban. Al margen de esto, reconozco la labor de celadores, auxiliares de enfermería y personal de enfermería que se implicaban para atender a Ana, a veces sin tiempo o medios  suficientes.

También debo dar las gracias al Ayuntamiento de Alcobendas. Mi empresa me ha  permitido  acompañar a mi mujer en su recta final. Sé que es lo que debe ser. Ha hecho lo correcto pero la realidad es bastante más miserable. Muchas empresas pueden hacerlo pero no lo hacen simplemente para “demostrar quién manda”. Otras no se lo pueden permitir.

Por último, debo dar las gracias al núcleo duro de amigas de Ana: Maricarmen, Loli,  Teresa, Toñi, Cristina, Araceli, Rita y Paula. (Espero no haber olvidado a nadie. Si así fuera, decídmelo y edito este texto).

A todas las personas que han querido a Ana, mi mujer, os doy las gracias por acudir a este homenaje público. Por supuesto, disculpo a quien, queriendo venir, no ha podido.


A continuación, un pequeño grupo de familiares y amistades presenció el inicio de acto de incineración. No sé cómo explicar esto ni cómo definir lo que sentí.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Velatorio de Ana Isabel Cano el jueves 15 de septiembre de 2016

El jueves 15 de Septiembre, Ana se apagó a las cinco de la mañana, como consecuencia de su delicado estado de salud. El hospital me llamó a las ocho de la mañana para que fuera para allá. No me gustó el tono y les exigí una explicación. Les costó decírmelo por teléfono. No es el protocolo. Al decirme que había fallecido, sentí que me fallaban las piernas y no sabía que hacer. Cómo me lo dijeron frente a los tornos de salida de la estación de  tren cercana a mi trabajo, salí como un autómata para “ir a trabajar”. Tardé en reaccionar. Llamé a mi hermana Marie quien me habló de la salud de mi padre. Imaginaros las emociones cuando tienes que pedir paciencia para enterrar a alguien primero y saber que otro ser querido espera su turno.

Omito los detalles más privados sobre el encuentro con Ana…Es un dolor indescriptible….

Ese día, estuvo visible en la sala 2 del Tanatorio de Colmenar Viejo, hasta las 23:30 horas de la noche, hora a la cual nos fuimos todos a casa. Lo de dormir fue muy difícil. ¡Bendita química!